Armstrong confiesa que se dopó

Como se esperaba y anunciaban las filtraciones de la entrevista de Lance Armstrong con la periodista Oprah Winfrey, el siete veces ganador del Tour de Francia confesó que se ha dopado. Era algo esperado, como digo, pero no por ello resulta menos demoledoras y dañinas sus palabras. Ya no, claro, pero Lance Armstrong era un mito vivo del ciclismo. Un ejemplo de superación. Un héroe americano. Todo mentira, reconoció ayer el tejano. Muy dañina su intervención ayer, sobre todo por su frialdad en las respuestas (muy en la línea de su actitud con todo el mundo en el pelotón cuando competía, ciertamente) y por algunas respuestas que manchan al deporte que tanto le ha dado. "¿En su opinión, era humanamente posible ganar el Tour de Francia sin doparse? ¿Siete veces seguidas?", preguntó la presentadora. "En mi opinión, no", respondió el ex ciclista. 

Fue escueto en muchas respuestas, pero lo reconoció todo. Y es muy dañino escuchar a alguien que ha estado protagonizando la carrera ciclista más importante del mundo durante tantos años confesar su dopaje. De algún modo, esta entrevista es el último rejón a una época de este deporte para olvidar, muy poco ejemplar en la que, según testimonios de muchos implicados, el dopaje estaba al orden del día. Lo peor que podemos hacer es volver a mirar hacia atrás para traer al presente fantasmas del pasado. Fue una época oscura que conviene dejar atrás. El daño que Armstrong ha hecho al ciclismo es enorme y nunca logrará resarcirse de ello, como dijo ayer que pretende. No es sólo el engaño a todos los seguidores del ciclismo. Es ese mito, esa imagen de héroe que supera un cáncer y vuelve a la competición de forma exitosa, es ejemplo a seguir, esa superación personificada, ese héroe para tantos a los ha que defraudado, de los que se aprovechó y se ha reído durante todos estos años.

Voy a introducir aquí algunos entrecomillados de la entrevista de ayer. Las preguntas más comprometedoras, más directas, las despachó Armstrong con extrema frialdad y con monosílabos. Veamos: "¿Alguna vez tomó sustancias prohibidas para mejorar su rendimiento sobre la bicicleta?". Respuesta: "sí". "¿Era una de esas sustancias prohibidas EPO? Sí". ¿Alguna vez se hizo transfusiones de sangre o el uso de la sangre para mejorar su rendimiento sobre la bicicleta? Sí". Y así, siguió reconociendo que también había recurrido a otras sustancias dopantes como "la testosterona, cortisona o la hormona del crecimiento". Para rematar, da la receta de su forma de dopaje preferida: "mi cóctel era combinar EPO, con trasfusiones, con testosterona. Mis niveles de testosterona casi los podía justificar por mi historia con el cáncer". 

Dice sentir vergüenza y asegura que le "duele ver el enfado y la decepción de la gente que confió en mí". Lance Armstrong aseguró que: "en aquella generación era imposible ganar sin doparse, y yo no intenté evitar esa situación. Aunque tampoco inventé yo la cultura del dopaje. En aquella época no sentía que estaba haciendo algo malo, no veía el dopaje como algo malo, no me sentía como un tramposo. Ahora el ciclismo está pagando por todo eso, y me duele". Negó que presionará a sus compañeros para doparse, que les obligara a hacerlo, pero sí aceptó hacerles intimidado porque "trataba de controlarlo todo. Si oía algo que me sonaba desleal, intentaba controlarlo". 

También hizo un juego muy sucio al hablar de la enfermedad que padeció. Creo que ahí está la parte más desagradable de su confesión. "La actitud de ganarlo todo la tomé primero ante el cáncer y la transporté a ciclismo. Y eso es malo. Quise perpetuar la historia". Y prosigue: "El deseo de ganar a toda costa, el nivel al que llegó es un problema. La arrogancia y ser desafiante me perdieron". El tejano aseguró que ni se sentía mal por haber consumido sustancias dopantes ni pensaba que estuviera haciendo algo malo. Ahora lo ve diferente, dice, hasta el punto de que explicó que "pasaré el resto de mi vida tratando de enmendarme y disculparme para que la gente vuelva a confiar en mí". 

Armstrong defendió al doctor Ferrari, del que dijo que no era "un monstruo tóxico". Negó que la UCI tapara ningún positivo suyo en la Vuelta a Suiza y tampoco aceptó que su donación al máximo organismo del ciclismo fuera para lograr protección y cobertura a sus prácticas prohibidas: "sencillamente tenía dinero, me lo pidieron y lo hice, pero no para que se ocultara nada". Bien es cierto también que es difícil creer ya qué es verdad y qué es mentira de lo que dice el tejano, que su credibilidad está y estará por siempre por los suelos y que sus palabras están medidas al milímetro para tratar de evitar consecuencias jurídicas de sus declaraciones, algo que no es en absoluto descartable. 

"Todo lo que se dijo sobre mí en el informe de la USADA es correcto, menos que me dopé los años 2009 y 2010 y eso fue lo que me enfureció", también dijo. La última vez que se dopó, según cuenta, fue en el año 2005. En una respuesta buscó tocar la fibra, buscar incluso la comprensión y presentar sus debilidades humanas. Un pobre infeliz que construyó su vida en base a una mentira: "esta historia fue tan perfecta durante tanto tiempo. Y me refiero a que, como yo trato ver la situación y lo miro. Supero la enfermedad, gano el Tour de Francia siete veces. Tengo un matrimonio feliz, hijos. Quiero decir, es sólo la historia perfecta mítica y no era cierto". 

Armstrong incidió durante varios momentos de la entrevista en que el dopaje era algo generalizado en aquellos tiempos. Así, "los cinco que no se doparon en aquellos Tours fueron los verdaderos héroes. Sobre la confesión de Hincapie, que le incriminó, dijo que "acepté que no podía detener la investigación. Hincapie conoce la historia mejor que nadie. Éramos amigos desde los 16. Aún somos amigos, hablamos cada semana". Terminó con esta frase: "si se organiza una Comisión para la reconciliación y me invitan, seré el primero en llegar. Quiero limpiar el deporte". Que lo deje, que ya ha hecho bastante. 

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